1º DAVID GARCÍA por "Un amor peligroso"
2º MAR MARTÍNEZ por "Sancho Panza...su asombrosa aventura"
3º RODRIGO CORUJO por "En la nube de polvo"
A continuación podréis leer estos fabulosos cuentos inspirados en los personajes de "El Quijote":
UN AMOR PELIGROSO
David García
Mi amo se acababa de levantar y me dijo:
-
Apresúrate
Sancho quiero ver a mi amada.
Al poco rato nos pusimos en camino, ya a media mañana
llegamos al pueblo.
-¡Ay Sancho a tiempo hemos llegado! ¡Yo la rescatare!
- Pero amo ¿de qué habla?
-¿Acaso no ves a esos bandoleros intentando secuestrar a mi
bella dama?
- ¡Pero amo! ¡Esa es Dulcinea cebando a los cerdos!...
- ¡Bien dices! ¡Cerdos!...
Dicho todo esto, picó espuelas y arremetió lanza en ristre
contra los cerdos bandoleros…
-¡Deténgase mi señor! Grité llevándome las manos a la cabeza.
Al instante me dispuse a detenerle, mientras la dueña de los cerdos, Aldonza Lorenzo, quiso hacer lo mismo
lanzándole el cubo de la comida a la cabeza.
La tal Aldonza, a todas luces fea, de pronto pareció poseída
o algo, porque empezó a vociferarme:
-¡Mi amor!, ¡Mi salvador!, ¡Mi amo! Y más……..y parecía
dispuesta a no dejarme escapar.
-No, no…… repetía yo mientas intentaba poner tierra de por
medio. Y es que la moza emprendió la persecución detrás de mí……, alrededor de
RUCIO….
Después de una acalorada carrera, por fin nos encontramos de
nuevo por los caminos de la Mancha
-Mira Sancho, decía Don Quijote, Dulcinea estaba fuera de sí
¡¡¡Perdónala!!!
-Lo que mande amo, le respondí, aunque poco convencido.
-Más justo sería, pensaba, que si yo quería salvar a los
cerdos de una muerte segura, ¡La recompensa podría ser uno de ellos!
SANCHO
PANZA… SU ASOMBROSA AVENTURA
Mar Martínez
Aunque hay algunas
aventuras e historias de la novela “Don Quijote de la Mancha” que nunca han sido contadas por diversos
motivos, yo voy a sacar a la luz una de estas hazañas, soy: el gran Sancho
Panza.
A lo largo del tiempo que
estuve al cargo de mi amo Don Quijote han pasado muchos sucesos bastante
interesantes para mi persona y… para algunas otras.
Antes de que Don Quijote acudiese
al establo para buscarme, yo era un señor tranquilo y casi me atrevería a decir
que vago, me encantaba comer a todas horas.
En un lugar a las afueras de la Mancha, yo extrañaba a alguien en
concreto, aunque en la novela no se comenta nada sobre “ella”, cosa que me
extrañó de mi amigo Cervantes. Era una
hermosa muchacha, más o menos de mi edad, morena, de ojos marrones y con una
dulzura incomparable, era igual de trabajadora que yo, eso sí que es verdad,
vivía en una pequeña y acogedora casa cerca de la mía, en la aldea, por lo
tanto.
Os cuento como empezó
todo, el día que viví una aventura muy interesante yo solo:
Todo comenzó un día que
mi amo y yo habíamos salido al campo a
dar un paseo matutino junto con Recio y Rocinante, Don Quijote se cansó de
caminar antes que yo, cosa que me extraño muchísimo dado que yo no suelo
aguantar nada. Resultó que Don Quijote estaba muy cansado debido a su falta de
comida y a su falta de dormir, así que me dio el día libre, a mí, no se me
ocurrió otra cosa que preparar una sorpresa para mi amada. Como después de
media hora no había comenzado, decidí dejarlo para por la tarde y seguir dando
un paseo, se me pasó el tiempo volando y no me di cuenta de que me estaba
adentrando demasiado en el campo. Allí me pareció ver un claro a mi derecha, me
acerqué y con sorpresa, observé una gran escalera de plata que conducía a un
lugar bajo tierra que tenía una puerta de madera. Al acercarme a ella y apoyarme
sonó un chillido y la puerta cedió, mi
cuerpo estaba invadido de miedo, terror e intriga, con mucho esfuerzo, decidí
pasar. No sabía ni por asomo que era lo
que me iba a encontrar allí dentro.
Al adentrarme descubrí
una maravillosa y tenebrosa cueva, decidí avanzar acercándome a su corazón,
aunque eso supusiese un gran peligro para mi persona, que conste que esta fue
una de las pocas veces que vencí a mi miedo. De repente oí crujir algo,
asustado, miré al fondo de la cueva y descubrí que en el suelo y en las paredes
había fragmentos de huesos de animales o de seres humanos, también había
algunos trozos de arcilla. El error de haber entrado a esa cueva cada vez era más visible, atemorizado deseaba salir de
allí pero había algo que me lo impedía, aún a día de hoy sigo sin saber que era. Mi decisión fue
acercarme a una pared más apartada, en el sentido de que tenía mayor
visibilidad de la mayoría de las salas, que, desgraciadamente, eran muchas.
Al rato me pareció
escuchar un ruido muy estridente, parecía el grito desesperado de alguna
persona que necesitaba ayuda y esa voz me parecía familiar...
Me pareció que era
Aldonza Lorenzo o como la llama Don Quijote, Dulcinea del Toboso, resultó ser
la amada de mi amo. Determiné quedarme donde estaba sin moverme, pensé que
quizá así no me descubriesen y pudiese confirmar mis sospechas, obdiamenete,
sin que en ningún momento notasen mi presencia. Empezé a darle vueltas a todos
los sucesos que habían pasado y tuve la impresión de que todos estaban
relacionados porque los había realizado la misma persona y por el mismo motivo:
Venganza. No me imaginaba que iban a
tener en contra de esa mujer, aunque no era la amabilidad en persona, ella
nunca hacía ni deseaba el mal a los demás. De repente escuché una voz masculina muy cerca de mí,
esta, no me resultaba nada familiar,
fuese quien fuese tenía una voz grave con tono amenazador.
Lo siguiente que recuerdo fue que despertaba de un sueño o
desmayo muy profundo...
Estaba mareado y distraído, no recordaba donde estaba ni el
motivo, no me encontraba en el mismo lugar de antes, en este había un lavandero
y unos bancos de madera. Mi primera elección fue beber un trago de agua del
lavandero, confío en que no estuviese contaminada, sin querer me lo eché por la
cara volviendo así a recordar todo lo sucedido momentos antes, resultó que al
esconderme de la persona que amenazaba a Aldonza me había dado con un carámbano que colgaba del techo
desmayándome y quedándome incosciente durante bastante tiempo. Para averiguar
cuanto tiempo había estado desmayado decidí acercarme con mucho cuidado a algún
lugar de la cueva desde el que pudiese observar el exterior, comenzé a andar
por el pasillo principal y me quité los zapatos para no hacer ruido al pisar
los huesos y la arcilla.
En ese momento en otro
lugar no muy lejos de allí Don Quijote se acababa de despertar de su siesta y
se dirigía al establo a buscarme para emprender otra aventura. Al no
encontrarme en ese lugar, pensó que estaría durmiendo la siesta en mi casa o
que estaría comiendo junto a algún otro vecino, él recorrió todo el pueblo para
buscarme y cómo no me encontró empezó a preocuparse por donde podría estar. Fue
preguntando a los vecinos que se cruzó por los caminos si me habían visto pero,
al no recibir ninguna respuesta positiva, estaba perdiendo la esperanza, al
acercarse al campo donde habíamos charlado por la mañana vio a un campesino con el que yo solía hablar todos
los días. Desesperado se arrimó a él y le preguntó si me había visto en algún
momento, la respuesta del campesino fue que por la mañana me había observado
adentrarme al campo y que al llamarme no me había enterado porque ya había
avanzado mucho, mi amo le dio las gracias y se dirigió al establo para buscar a
su fiel compañero Rocinante.
Mientras mi buen amigo me
buscaba incansablemente yo me encontraba en una salida de la cueva, al cruzar
todo el pasillo y girar a la izquierda aparecí en una gran sala con la puerta
de arcilla, con mucha delicadeza abrí la puerta y observé una gran claridad,
resulta que en ese mismo lugar se encontraba una gran laguna con vistas a todo
el campo, de nuevo escuché esa voz amenazadora.
Sin casi pensármelo me introduje en la sala
aunque no cerré la puerta del todo para así estar atento por si el señor volvía
a atravesar el pasillo. Mi sorpresa fue aún mayor cuando al girarme me tocaron
la espalda, hasta ese instante no me había percatado de que en la sala había
dos personas más: ¡Aldonza Lorenzo y mi amada!
Estaban un poco heridas,
yo me puse muy nervioso y no reaccioné hasta que habían pasado diez minutos.
Les pregunté el motivo por el cuál habían acabado en ese lugar, ellas me
comentaron que mientras daban un paseo para ir a recoger el pan, ese señor al
que había escuchado las había raptado. Las pocas heridas que tenían se las
habían hecho intentando huir. Yo me armé de valor y me propuse ayudarlas a huir,
el problema era que aunque pudiésemos salir por el árbol que había al lado de
la laguna, llegando así al exterior, para volver al pueblo íbamos a necesitar
algún medio de transporte.
Aldonza Lorenzo fue la
primera en salir de allí, como no era precisamente delgada y tenía mucha fuerza
decidimos que ella nos ayudaría a huir….
Mientras tanto, Don
Quijote se estaba acercando a la entrada de la cueva pero a lo lejos divisó una
figura muy familiar, decidió seguir de largo.
A continuación mi amada se dispuso a salir de ese infierno
de cueva, tardó bastante tiempo porque se cayó tres veces al no ser capaz de
escalar la pared y la tuvimos que ayudar durante un buen rato.
Por último me puse a huir
escalando la pared con ayuda de mi amada y de Aldonza Lorenzo, al salir
decidimos que había que averiguar quién era ese señor para que tuviese un justo
castigo. Rápidamente echamos a correr despavoridos para que el señor no se
percatase de nuestra fuga, de repente nos cruzamos con Rocinante, Don Quijote había
visto a Dulcinea salir de la cueva y había decidido avanzar hasta allí.
Yo le conté todo lo que
había sucedido y él asombrado nos comentó que deberíamos volver al pueblo y
contárselo todo.
Al llegar al pueblo nos
recibió todo el mundo, como me enteré una hora después, todo esto había sido un
plan para que venciese mi miedo y tuviese más delicadeza, por lo visto el señor
era el molinero. El plan había funcionado, mi amada y Aldonza en cuanto se
habían enterado de sus planes decidieron unirse.
Celebramos una fiesta a
la que al poco tiempo se unió el panadero, con el que estuve charlando un buen
rato.
EN LA NUBE DE
POLVO
Rodrigo Corujo
Allí estaba yo por los caminos de la
Mancha a lomos de Rocinante y con Sancho de compañero.
Después de varias horas de paseo,
decidimos descansar a la sombra de una encina y me quedé traspuesto.
De pronto oí un gran estruendo, me desperté y vi una nube de polvo
a lo lejos. Un ejército de caballeros de la blanca luna se acercaba
a nosotros. Lo mas sorprendente no fue que los caballeros eran muy
pequeños, sino que ¡los caballos volaban!. Intenté a Sancho
despertar pero él no paraba de roncar.
El ejercito sobre mi se abalanzó. Con
mi lanza y mi escudo derrotar a todos pude, uno a uno iban cayendo y
montón yo iba haciendo.
Los caballos uno a uno en la nube de
humo fueron desapareciendo y una voz al fondo de la nube dijo:
-Volveremos a tu pueblo-
-Y yo le contesté:
-Algo inventaré y a todos vosotros
destruiré-